miércoles, 7 de marzo de 2012

Sin saber.

Sabés que está con el reverso de las manos húmedo y que prefiere reirse y hablar de cualquier cosa, que se toma las cosas con calma y por dentro aprieta los dientes. Pensás en que quizá le esté jodiendo la garganta por el aire acondicionado y el viaje y la ansiedad. Sabés que quiere creer con todas las fuerzas de su corazón que todo irá bien, que se aferra con uñas y dientes a la esperanza... Sabés que ni él, ni vos, ni nadie sabe lo que pasa... que ni él, ni vos, ni nadie puede decidir más allá de lo humano... pero también pensás que lo humano es solamente una parte del cuento, que hay otra parte misteriosa, que se muestra y luego queda oculta... y otra vez, cuando ni te lo esperás, te mira a los ojos... sabés que esa otra parte no tiene límites y confiás... con toda la fuerza de tu corazón y te agarrás a esa esperanza con uñas y dientes. Silvio ahora canta: Vamos a andar / para llegar / a la vida. Y entonces, todo empieza a tomar forma y seguís sin saber pero ya no tenés miedo.

Y ahora pasó el tiempo y desde que sentiste que tenías que vomitar todo eso encima del teclado pasaron dos días y tantas cosas que contarlas es como retorcerte en el recuerdo y eso te cansa al hartazgo así que pasás de hacerlo.

Pero lo que no se te pasa para nada es el sabor amargo en la boca, un sabor como de saliva amarga que no podés ni tragar decentemente... tantas veces lo viste escrito que te da miedo descubrir que es cierto. Es que si lo escrito es cierto estás al horno. Lo sabés. Tu estúpido corazón lo sabe.
Y el sabor amargo no se te pasa porque en el fondo el mundo se te dió vuelta. Pero de verdad. Ni siquiera entendías lo que era sentirse para el carajo hasta ahora... Vamos que es un buen dato haber promediado la dignísima edad que tan bien llevás sin haber sentido con tanta sinceridad como ahora que estás para el carajo.

Y a algunos kilómetros (demasiados / muchos / más de los que quisieras) una mano sigue húmeda pero por el llanto que se suelta contra el revés y se hunde en la almohada, y es tan mezclado todo lo que te invade... tantas ganas de que no pase nada y que sigamos como hace un mes (¿menos?) así tan bien tan contentos tan café con leche... Pero la vida te pegó una cachetada de esas que te llegan justo a tiempo y ahora estás desbalanceada, jugando a andar en un estúpido equilibrio que ni siquiera te crees del todo. Jugando.

Y querés ayudarlo y querés abrazarlo con todas tus fuerzas, pero más con tu alma que con tus brazos y para eso hace falta tener almas abrazadoras y la tuya se siente tan para el carajo...