martes, 9 de noviembre de 2010

Historia

Un cronopio pequeñito buscaba la llave de la puerta de la calle en la mesa de luz, la mesa de luz en el dormitorio, el dormitorio en la casa, la casa en la calle. Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta. (Historia, JC)

Y pareciera que también aquí es en dónde los problemas empiezan a carcomer-nos la inteligencia, no tanto a los que no estamos tan seguros de tener realmente la sartén por el mango, sino sobre todo a los que no estamos tan seguros de que haya alguien que la tenga y, pareciera, que con eso no se jode. Digo... que no se jode con esa pseudo religiosa necesidad de confesar a cada rato que hay alguien que tiene efectivamente -y sobre todo nuestra demorada tranquilidad mental- la sartén por el mango. Pero se joda o no, lo cierto es que tanto no lo creemos y aquí empiezan los problemas, esa frenética necesidad de conseguir la llave de la puerta.
Aunque la historia no va tanto de entender hacia dónde vamos o qué hay detrás de esa puerta... ni siquiera importa que la llave sirva realmente, el punto es tenerla... jugar con ella, rodearla, acariciarla, sentir por un instante que nos perteneces, que podríamos hasta no usarla jamás en la vida y quedarnos para siempre encerraditos de lo más confortablemente del lado de acá, total si quisiéramos podríamos salir... y no es que estemos diciendo que queremos salir ni nada... pero, si quisiéramos, ahí sí que entonces podríamos...
Ese es, más o menos, el problema.