miércoles, 2 de marzo de 2011

Descolgándome

A lo mejor de un jacarandá... que está al este y al oeste. No sé.
Pero en cambio sé que empiezo a renegar.
Paredes que me están corriendo un poco del centro, me juntan y me deján chiquita contra una esquina. En un mundo que es de maravilla pero ni me llamo Alicia ni quiero llamarme así, no es por deporte que me empiezo a renegar.
Es más bien un caracol atragantado que repta y ni siquiera es Osvaldo, que podría ser y haría que todo fuese un poco más divertido... Mi caracol ni nombre tiene.
Y reniego, empieza a encenderse dentro mío algo así como una furia que no sé ni de dónde me viene... algo así como un hartazgo de estar siempre en veremos. Regocijándome del lado de enfrente de la vereda. Patear el tablero, patear el tablero... como un mantra.

Una luz que titila y me enerva, una pregunta que se repite en voces de diferentes personas y ojos que me miran esperando que haga algo, ¿que haga qué?.
Nadie sabe y lo cierto es que si me la pongo a pensar tampoco es el punto.

[Memo a Ceci: No hiciste el balance, jodete... no te hagas la balanceadora porque no te la creés ni vos]

Porque nunca es el punto la respuesta. ¿A quién le importa? El jodido punto es preguntar, preguntar hasta el hartazgo, hasta que duela, hasta cansarse y recansarse de preguntar siempre lo mismo desde diferentes voces con ojos comprensivos, con ojos tolerantes... furia, eso me dan, los ojos comprensivos hoy me da furia.
¿Mañana? Yo que sé, mañana Dios dirá... mañana será otro día... mañana vemos.