miércoles, 14 de octubre de 2009

Adivina adivinador

Era barrabrava.
Fijos esos ojos, habían visto mucho más que yo, habían vivido viendo, habían vivido.
Insegura, casi fragil, preguntaba en un esfuerzo torpe por recomponer la situación, por demostrarme que tenía un control ficticio, que no era tan tierna como parecía, que debajo de la Mafalda de tres sillas había una mujer valiente de verdad. Pero eso no es cierto. Y no se puede demostrar lo que no es cierto.
En mi ciudad florida y dulce, empezaba la primavera de las alergias y el olor a desinfectante atragantado en una angustia de no saber si el llamado que está entrando es el mismo que se fue, si es el banco o si el dolor. Y el dolor es traslucido... como si se las arreglara para estar siempre en el medio, dejándome que lo mire pero sin dejarme ver.
Es cierto que cuando pasaba, era cosa de colgarme las alas nomás, y tratar de adivinar a fuerza de intentos, buscando mirar la luz que está pero no iluminá, adivinando las formas los colores, pero adivino... "estamos todos adivinando", y ya sé que no es posible ver, que aunque fije mis ojos y me duelan contra el vidrio prepotente nunca sabré del todo qué es lo que estoy viendo... es que mis ojos, ellos no vieron todavía, no vivieron.
410-2800 y seguir que la vida del obrero es así.